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La llegada de Candy a mi vida supuso una gran alegría para mi y mi familia.
Candy, como gran cane corso que es, supone todo un espectáculo para todos aquellos que la conocen o simplemente se cruzan con ella.
Cuando Candy tenía 3 meses y salíamos a pasear todo el mundo alucinaba cuando observaba el tamaño de sus patas.

 

 

Ella era muy sociable y amigable, le encantaba contactar con todos los perros y personas que encontrábamos durante nuestros paseos.
Yo deseaba para mi cane corso el mejor trabajo de socialización posible, para ello, todos los días, durante varios meses, la llevaba a una guardería canina. Era un lugar precioso, en el bosque, donde todos los perros jugaban y no había ninguna jaula; la única norma era que debían llevar collar. Aquella “guardería” estaba muy bien preparada. Tenían diferentes zonas de juego para los distintos tamaños y niveles de energía de los perros. También me permitían poder alimentar a Candy con su dieta Barf.
El primer día que llegue a la guardería fue un espectáculo. Los dueños de las otras mascotas temían que ,dado el gran tamaño que ya tenía Candy a sus 5 meses, pudiera dañar a sus perros, pero tampoco la podían poner con los adultos porque en el fondo era una cachorrita. 
A los pocos días, los cuidadores adoraban a Candy. Me contaban que era súper cariñosa y obediente con ellos y que disfrutaba mucho con los juegos.

 

 

Al principio, era un poco desmesurada en su juego con los otros perritos, pero poco a poco, fue adaptando la intensidad del juego a su compañero. 
Los cuidadores ya le llamaban “Súper Candy”, por su fuerza, nobleza y bondad.
Candy se portaba muy bien con todos los perros que estaban en la guardería, nunca dio ningún problema.
Recuerdo un día que fui a buscarla y oí como la dueña de un Yorkshire se quejaba de que su perra estuviera descansando en la misma colchoneta que Candy. Por si ella podía agredir a su pequeña perrita. Le comentaron que al contrario, que el cane corso tiene un carácter extraordinario, que era una perra muy obediente. 
Ahora Candy tiene 3 años. Es mucho más tranquila en el juego pero sigue disfrutando de largos paseos.
Ya no quiere jugar con la gente que desconoce ni con los perros que se cruza en el paseo.
Ahora es una perra equilibrada obediente y protectora.
Cuando paseamos por la mañana va relajada, pero si salimos de noche, se convierte en una auténtica guarda espaldas. Se antepone a cualquier peligro que pueda haber, está totalmente alerta desde que sale hasta que vuelve de a casa. Sospecha de cualquier persona que pueda estar parada y mucho más si alguien nos sigue. Ella intimida mucho con su actitud y su presencia, sin hacer absolutamente nada.
Estoy segura de que alguna vez Candy ha evitado alguna situación muy desagradable.